“Un, dos, tres… ¡la liaron otra vez!

El directo de más de cinco horas que presentó TheGrefg en su canal de Twitch no convenció del todo. Para empezar, en la TV tradicional habría tenido más audiencia. Además, faltó agilidad y los premios fueron poco espectaculares.
Un Dos Tres

Recuerdo cuando en 2004 se anunció a bombo y platillo el regreso del “Un, dos, tres…”. Presentado por Luis Larrodera, en una época en la que el Euro ya estaba instalado y en la que la telebasura y los realities imperaban, ya te puedes imaginar lo que acabó pasando. Encima, para concursar, había que leerse un libro que publicaban cada semana, por eso se llamó “Un, dos, tres… ¡a leer esta vez!”. 

La Bella Julieta

Formatos así ya se consideran historia, más que nada porque la tele tradicional está desgastada ya. Pero hay otros factores importantes como la falta de presupuesto o los nuevos hábitos de consumo del personal, que hacen dudar de que tengan el éxito propio de antaño (mira lo que le pasó a “El precio justo” cuando volvió en 2021). 

Hoy en día, las plataformas a la carta son lo que triunfa, ya que permiten ver lo que quieras cuando quieras, aunque también tiene tirón entre los jóvenes ver directos de famosos creadores de contenido sobre determinados temas. Basándose en esto, Alejandro, el hijo del ya fallecido Narciso Ibáñez Serrador, dio a conocer a mediados de este año que iba a resucitar el concurso con el que su padre hizo historia en la televisión de España. Pero esta vez se buscaba despertar el interés en las generaciones más recientes.

Vaya, que esta vez el concurso podría llamarse “Un, dos, tres…a streamear esta vez” y todo. Se iba a emitir en Twitch, la popular plataforma de Amazon donde, como ya digo, se pueden ver desde partidas a videojuegos hasta populares eventos como la King’s League. Concretamente, se podría ver en el canal de David Cánovas, más conocido por el apodo de “TheGrefg”, que cuenta con un gran número de suscriptores y quien sería el presentador.

El pasado 19 de octubre fue la fecha que se escogió para estrenar la nueva etapa del programa. Había bastante expectación, a la que contribuyó bastante la prensa. Y aquello prometía, ya que en septiembre, durante la presentación en un festival de Vitoria, acudió un mogollón de jóvenes que esperaban al streamer murciano. Pero las expectativas, como ya sabemos, superan muchas veces a la realidad. Y por eso voy a hacer un análisis de todo lo que pasó la otra noche.

Lo primero: con cerca de 80.000 espectadores (que, conforme pasaron las más de cinco horas de directo, irían descendiendo hasta algo más de 50.000), el concurso habría tenido mucha más audiencia en la tele de toda la vida. No entiendo cómo pudo pasar esto, cuando eran personas del mundo joven las que, en una plataforma joven, fueron a la esperada cita. El patinazo fue, de todos modos, sonado.

También quiero destacar, que es obvio, las limitaciones que supone una retransmisión por Internet, ya que la velocidad de tu conexión puede condicionar bastante la experiencia. En mi caso, tuve que dejar de enviar el contenido a la TV desde el móvil, ya que no paraba de caerse, y eso me llegó a desquiciar. Menos mal que al final pude enviarlo desde el PC y todo solucionado…

¿Otro problema? La agilidad, esencial hoy, pero que la otra noche brilló por su ausencia. Es lo que ocurre cuando se hacen estas cosas en directo, supongo. La fiesta comenzó con una presentación de hora y media desde las 19:00, donde llegaron tanto los miembros del equipo como otros invitados. Entre ellos, antiguas presentadoras, como Mayra Gómez Kemp (ella era fundamental, ¿no?) o Miriam Díaz-Aroca y también azafatas como Lydia Bosch o la famosa “Bombi”. Lo malo es que a la gente no le interesa tanto la vida del programa como este en sí. 

En la parte positiva podemos meter a la negativa, es decir, las hermanas Hurtado, que volvieron a ser las míticas Supertacañonas, y Mr. Jagger, que se disfrazó de Don Cicuta, un personaje de la era en blanco y negro del “Un, dos, tres…”: Eso y el plató, con un decorado e iluminación fantásticos que, por un momento, me hizo pensar que el programa podría estar mejor en un canal privado como Antena 3. 

Las azafatas y azafatos (o, por qué no, “les azafates”, ya que tan innovadora está la cosa últimamente) cumplieron su función y en la primera ronda, la de las preguntas, hubo risas y dinamismo, si bien se cometieron algunos errores, como se podía esperar. Los concursantes tenían que acumular la mayor cifra de “rupertas” en total, empezando por 25. Esto era un sistema de puntuación que idearon en homenaje a las 25 pesetas que podía valer antes cada respuesta acertada. Y aquello discurrió bien, ya digo, aunque las “Supertacañonas” pensaron que una de las concursantes había repetido el nombre de una serie de Minecraft.

Pero la segunda fase, la de la prueba física, pinchó un poquito, tirando a bastante. Estaba patrocinada por la famosa marca de carburantes, como ya hacía en el pasado. La prueba física siempre ha sido una y no cinco. De este modo, aproveché para irme a la cocina un momento y calentar la cena. Aquello pasó de ser largo a eterno. Quizás los juegos patrocinados no son muy buena idea, como pasaba en el 2004 con una famosa marca de lácteos. Los concursantes tenían que sumergirse en un tazón gigante de leche para encontrar las letras de un envase del brik e ir colocándolas después una a una antes de que se agotase el tiempo.

El problema de la agilidad continuó en la ronda de la subasta, con los espectáculos y los premios. Estos últimos no fueron espectaculares. Allí había preparada una tarjeta de 6.000 euros. Para causar expectación, TheGrefg decía que aquello equivale a un millón de pesetas, pero es que, aparte de que con eso hoy no tienes ni para un trastero, antes regalaban hasta cuatro (24.000 euros) o diez (60.000 euros) millones. Lejos quedan aquellos apartamentos, cantidades de dinero o coches propios de una época en la que solo habían dos canales de televisión y que, por tanto, los ingresos por publicidad eran astronómicos…

Y, si fueran concursantes de a pie de calle, pues mira. Pero que Luzu, quien llegó a la subasta junto a Lluna Clark, dijera que ya tenía la PS5 edición Spiderman que acababan de perder demostraba que el propósito de todo esto era echar el rato mientras tatareabas la canción de la Ruperta. Ninguno de aquellos premios entusiasmaba a los concursantes, ya que ellos se pueden permitir de todo, gracias a lo que ganan por su actividad. Menos mal que al final tuvieron buen ojo (también gracias a la ayuda de Anastasia, una tiktoker de 12 años con mucha intuición) y una concursante “sufridora” pudo llevarse también la moto eléctrica que ganaron. Un premio que tampoco es para tirar cohetes, la verdad.

Ante la falta de presupuesto para soñar a lo grande y ante esta falta de agilidad, nos encontrábamos ante un relleno innecesario que a veces cansaba y que hacía que lo único que nos interesara fuera ver de una vez los premios. Eso y bailar la «Nochentera» de Vicco, a quien, como ocurrió hace poco en el Festival de Los 40 de Málaga, dejaron para el final. Aquí, al menos, sí la pude ver, al contrario que en el autocine de mi ciudad. Ver a la catalana, una coreografía sensual que hicieron los azafatos y las actuaciones de aquella banda rockera de niños fueron para mí lo único que valió la pena. Lo demás fue una sucesión de números guionizados cuyo relleno, de hecho, me recordó por unos instantes a aquel evento de la radio.

Dime tú qué emocionante era ver a Juanma González haciendo “ilusionismo”, Los párpados de Andrea Palazón, la azafata a la que él dejó “dormida”, hablaban por sí solos (mejor ni hablemos de su movimiento de mano para que reposara mejor en la rodilla). Todas estas actuaciones propias de “Noche de fiesta” son innecesarias, ya que lo que interesa aquí son los premios. Y antiguamente eso podría ser espectacular, pero, en el 2024 que ya casi estamos, tragarse eso, un monólogo por la cara, o ver un truco de magia con cartas entre chascarrillos no tiene sentido. Menos aún si los premios encima ni asombran. Y bueno, la actuación de Kiko Rivera al comenzar la subasta es cosa aparte.

Para la fase de los premios se podría (o debería, más bien) aprender del programa que sirvió de referencia en su día: “Let’s Make a Deal”. Este concurso norteamericano es ágil, tiene sus escaleras, su público y su mesa donde el presentador ofrece a los concursantes fantásticos (o catastróficos) premios. En lugar de lo que vimos con TheGrefg, hubiera sido mejor poner juegos que dieran opción a varias pistas y que podrían ir desde destapar ventanitas hasta lanzar dados, fichas o cosas así que, al fin y al cabo, resultan más espectaculares que ver un guionizado número de hipnosis.

Pero, una vez más, la despiadada caspa, disfrazada de nostalgia, hizo de las suyas y, si bien el “Grand Prix” volvió este verano a lo grande a la tele de siempre, no pasó igual en la que es la tele del futuro. Que, por cierto, el programa de Ramón García volverá en 2024, y encima con diez entregas, lo que supondría todo julio y agosto disfrutando. 

Volviendo a lo que nos ocupa, es hora de reflexionar, como hace Íker Jiménez al final de cada programa de “Cuarto Milenio”. Vale que fuera un experimento y que se tendría que consolidar el evento. Pero el capítulo que estuve viendo de “La que se avecina” en FDF mientras escribía esto pudo tener más audiencia que el regreso del “concurso de los concursos”. 
Es más, quizás haya que reconocer que, si esto no ha llegado a la altura de otros eventos que se emiten en Twitch como La Velada, o King’s League, difícil sería, pues, que triunfase en la tele tradicional. Y quizás debamos asumir que hay programas que cumplieron su función en el pasado, pero que a día de hoy ya no se necesitan, como parece que ocurre aquí. ¿Tenía al final razón Mayra Gómez Kemp cuando hace unos meses dijo que «en el recuerdo» es donde estaría mejor el “Un, dos, tres…” a día de hoy?

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