Ahora que se ha llevado al cine, es hora de revisitar Ventajas de viajar en tren (Tusquets), esa novela tan singular de Antonio Orejudo (Madrid, 1963). Aunque cabría preguntarse qué obra de Orejudo no es singular, viendo cómo en Fabulosas narraciones por historias también desarrolla su magistral saber narrativo para sorprender al lector.
En esta, una mujer regresa a Madrid en tren de un hospital psiquiátrico del norte de España, donde ha ingresado a su marido. En el vagón la acompaña un hombre que dice ser un psiquiatra de la clínica y que la abordará sin contemplaciones para hablarle de sus conocimientos clínicos y le mostrará una curiosa carpeta roja donde lleva guardados escritos de sus pacientes.
En una parada, el presunto psiquiatra se bajará para comprar un refresco y el tren se irá sin él, obligando a la mujer y a la carpeta roja a emprender una bonita relación que implicará que ella lea estos textos y, por tanto, que se nos confiesen al lector las intimidades de aquellos pacientes que confiaron su subconsciente a un papel.
El monólogo sobre psiquiatría de las primeras páginas, interesante y relativamente fácil de entender, sobre la esquizofrenia y enfermedades mentales dará paso a una introspección mayor de las personas. A partir de entonces, la novela, narrada en tercer persona, profundiza en la mentalidad humana, en el atavismo propio de la especie y en sus más primitivos sentimientos y pensamientos y se expone un muestrario de lo mejor de cada casa con toques de humor.
El lector encuentra, así, varias historias engarzadas en unas pocas páginas, las anécdotas o vidas confluyen con aparente orden, pero requiriendo la atención del espectador para no perderse. Con un estilo muy personal, estas historias rocambolescas son protagonistas del juego narrativo que hace Orejudo. Hay partes en las que escribe párrafos sin comas ni puntos y los diálogos van precedidos por un “digo” cuando habla el personaje en primera persona y un “dice” cuando lo hace el otro interlocutor.
Con estos juegos delibesianas, el narrador nos relata la historia en profundidad de la protagonista y de por qué ha terminado ingresando a su marido en aquella clínica. Todo ello con mucho humor y una crítica social ácida donde también se habla, aunque subrepticiamente, de amor.
En las últimas veinte páginas, la novela se convierte en una espiral hipnótica que confunde al lector y juega con su psique. Una red de nombres y personajes que se enmaraña hasta llegar a un final aún más electrizante y sorprendente. La mente del lector explotará ante una situación tan pintoresca, pero narrativamente bien controlada. Esa es una de las ventajas de leer a Orejudo.