Vallesordo (Libros del Asteroide, 2025) es la primera novela de Jonathan Arribas (Zamora, 1997). Su narrador y protagonista es Nico, un niño que vive en un pueblo de Zamora y cuya profesora de Lengua le encarga una redacción sobre el verano más significativo de su vida. Entonces, en un ejercicio de metaliteratura, Nico narra a un receptor que permanecerá anónimo hasta el final, y de paso al lector, su verano de dos años atrás. Él pasa el tiempo sobreviviendo en el ambiente familiar hostil, viendo el programa Fama, ¡a bailar! en la televisión y jugando con su perra, La Yesi, y con sus amigos incondicionales, Izan y Telma. Se comporta como un niño corriente de su edad, pero sufre la incomprensión de su entorno.

Nico es hijo único y vive en una casa alejada del núcleo del pueblo junto a sus padres y su abuela. Recibe las visitas ocasionales de alguna tía abuela y de sus amigos, pero cuando va al pueblo también sufre el bullying de aquellos que lo llaman «marimari» porque le gusta bailar. En casa, las cosas no van mejor, puesto que sus padres, e incluso su abuela, ejercen una violencia verbal a veces soterrada, pero inusitada contra él por momentos, y el resto del tiempo le dedican desatención o incomprensión. Por ejemplo, Nico es intolerante a la lactosa, pero su padre lo tacha de «pijada». Aun así, la figura predominante de su vida es femenina, y es la de su abuela. Los padres de sus dos mejores amigos están divorciados y los suyos no, pero casi mejor que lo estuvieran, ya que sus discusiones y el mal ambiente le afectan.
No acude a las clases extraescolares a riesgo de que los profesores le cojan manía con la excusa de que tiene que ayudar a su padre en las tierras, pero en realidad es para ver Fama, cuya dinámica se sabe de memoria. En esas tardes de televisión, coge latas de Coca-Cola que un vecino tira a un contenedor y las usa de tacón y baila como los participantes de Fama. Nico ve y retransmite los programas mientras los ve y baila, algo que a su abuela no le gusta por si alguien lo ve y lo dice en el bar del pueblo. Aquí aparecen algunos prejuicios y tabúes, como también el de la salud mental deteriorada de la madre, que acude a un psiquiatra, y la abuela no entiende por qué se encuentra mal si tiene una vida aparentemente decente o satisfactoria.
Nico solo piensa en bailar, pero su padre lo intenta instruir para que sea agricultor, como él, sin tener en cuenta las aspiraciones y los sueños de su hijo. Además, vive en un ambiente asfixiante, del que sale poco, y envidia a su amiga Telma, que va a otras ciudades, a parques de atracciones y a hoteles con piscina. Su pueblo, aunque está cerca de Zamora, ya acusa la falta de población, pues no tienen ni siquiera transporte frecuente, por lo que la España vaciada también influye en las relaciones y el desarrollo de este narrador. Nico siente repulsión hacia otros chicos de su clase porque dice que tienen la manía de pegarse, sea en el juego que sea. También se siente fuera del mundo, sin pertenecer a ningún grupo, porque todos los chicos de su edad tienen móvil excepto él, y como su abuela es antidios, tampoco ha tenido comunión ni fiesta.
Vallesordo es una historia tierna y trágica que habla sobre el amor, la amistad o el descubrimiento del mundo adulto, de uno mismo, de aquello que se siente y de la ilusión por lo que se desea. En estas páginas, el narrador usa un lenguaje no solo impregnado por los elementos y el vocabulario propios de la niñez, sino también por localismos, y adapta algunas palabras a la forma en que se dicen en el lenguaje hablado, lo que lo dota todavía de más verosimilitud. Asimismo, hay multitud de personajes secundarios que, gracias a la forma genuina en que Nico los describe, atrapan el corazón del lector, como es el caso de la profesora de Religión, Maripuerto. Cabe destacar también el contraste entre varios personajes a partir de la observación que el narrador ejerce sobre ellos. Por ejemplo, Nico dice que su profesora de Lengua se maquilla mucho, mientras que a su madre no le gusta el maquillaje, la madre de su amiga Telma se maquilla mal y a Yure, su favorita del programa, al parecer no le gusta maquillarse.
Se trata de una novela que en mi opinión cautiva y roza la perfección, si no fuera porque falta algo más, se espera algo más. Concentra demasiada emoción para las últimas páginas y lo anterior, aunque emotivo y genuino, es más plano. O quizás sea por la sobreabundancia de voces infantiles en la narrativa contemporánea. Sea como fuere, al final la vida es diferente a lo que esperamos de ella, siempre a peor, pero de formas que ni imaginamos. Esto se refleja en el desenlace de la novela, donde, ante un suceso tan esperado, el lector no sabe si el autor optará por un final feliz o no. El narrador termina su discurso sin perder el tono infantil y esperanzador, pero no es ajeno a todos los cambios de su entorno ni al hundimiento de todo lo que creía conocer.