Los primeros recuerdos que Borja F. Caamaño (A Coruña, 1979) tiene de los libros transcurren en torno a una televisión apagada y una sed insaciable de contar e inventar cuentos junto a sus padres. Caamaño ha crecido entre tomos de Verne, Salgari, ediciones para juvenil y libros «finitos» hasta que, con el paso de los años, se aficionó a la escritura. Ya ha publicado varias obras, un guion cinematográfico y otro de teatro. Después de la última crisis, además, decidió lanzarse al mundo editorial dirigiendo Bunker Books.
Fundada en noviembre de 2019 y a punto de cumplir un año, esta editorial afincada en Córdoba ha superado la crisis del covid-19 gracias a unos títulos bizarros y, sobre todo, muy canallas. El lector que se acerque a su catálogo encontrará obras potentes que se salen de lo convencional: títulos sobre culturismo, autores turcos… ¿Qué relación pueden tener? El tono, asegura Caamaño.
Ahora la editorial ha puesto en marcha el Pack Canalla, que incluye tres de los libros que han publicado, además de una botella de ginebra artesanal y una selección de temas indie con el objetivo de crear una grata experiencia multisensorial a buen precio. Bunker Books lanzó en marzo Sin tocar e inmediatamente comenzó el estado de alarma. Estar confinado, nos dice Caamaño, te hace más creativo, por eso nació este pack.
En la Edad Media, los canallas e irreverentes eran aquellos que escribían obras contrarias a la Iglesia, arriesgándose a ser perseguidos. Algunos siglos más tarde, fueron otros los que, de manera canalla, proclamaban la libertad de ideas y el rechazo al absolutismo. En el siglo XXI, el concepto ha cambiado un poco y Bunker Books es la mejor opción para acercarnos a la actualidad literaria canalla.
La pandemia ha sido dura para las editoriales, también para él. Ha tenido que seguir trabajando, pero no ha habido ningún afectado entre sus allegados y esto es suficiente para alegrarse en los tiempos que corren. Nos confiesa que en lo profesional está siendo «horrible», y no es para menos: llevaba casi dos años preparando el lanzamiento de la editorial y al poco de nacer se cruzó en su camino el covid-19.
A mediados de octubre publicarán Las lágrimas del cerdo trufero, de Fernando A. Flores, que está teniendo unas «críticas brutales» en Estados Unidos y que es la gran novedad. En 2021 saldrá un libro de Monica Drake, conocida aquí por uno que publicó con Blackie Books, y otro de Jenny Hval, una chica noruega que ha estado invitada al Primavera Sound, además de dos sorpresas.
Sobre esto y más hemos charlado con Borja en Nostromo Magazine. Aquí está el resultado de esa conversación tan gratificante y, sobre todo, canalla:
¿Cuándo nació Bunker Books y por qué?
Bunker Books nació a finales de 2019. Yo había empezado hacía varios años con la edición, antes de noviembre, con otros sellos que buscaban dar la oportunidad a autores nacionales, a gente que no tenía una oportunidad, gente novel. Es duro y, además, es complicado encontrar un catálogo sugerente cuando no tienes puntales o gente potente. Esto derivó en pensar que había que mantener estos sellos con un perfil más bajo y me centré en buscar la literatura que me gusta y que de alguna manera considero que me puede llevar a hacer un poco más fáciles las cosas.
Tenía esta idea de querer descubrir cosas como cualquier editor. Todo el mundo la tiene, como cuando alguien te cuenta algo de Netflix: «¿Has visto esta peli?». Ahora todo el mundo lo ve porque todos tienen Netflix. La salida que te queda es meterte a editor porque todo el mundo tiene Netflix, HBO… con lo cual es difícil sorprender a nadie. Yo hablo de narrativa y salto de películas a teatro y a novela en mis conversaciones, porque realmente a mí lo que me apasiona es la narración, me da igual el soporte.
En el caso de los libros aún puedes sorprender, aún puedes buscar cosas que la gente no ha visto. De hecho, en Bunker nos fijamos en eso: negociar derechos de autores de fuera que no han sido traducidos todavía o que lo han sido poco o que han tenido poca posibilidad. Este es el caso de Hakan Günday, que había sido traducido por Catedral, pero no acabó de despuntar, así que sacamos otro de sus títulos —Bastardo—, que fue uno de sus primeros títulos y, de hecho, ahora estamos a punto de coger el último, que va a salir en diciembre para publicarlo también en España. La idea era esa, publicar autores que no eran tan conocidos pero que en sus países están funcionando muy bien, ofrecerlos y dar esa experiencia a quien apueste por nosotros. No somos una fórmula bestseller, aunque ojalá lleguemos a serlo con alguno de nuestros títulos: queremos autores poco conocidos, irreverentes y potentes sobre todo.
¿Por qué el nombre de Bunker Books?
Suena bien. Si piensas en Kodak, por ejemplo, suena bien. La k está bien y suena casi cacofónico. Y a nivel semántico, al decir «bunker» parece que estás atrapado, estás preparado para atacar: eres reaccionario, subversivo. Ese era el mensaje: la irreverencia y el punto bizarro y canalla. Si buscas en la RAE, «canalla» es negativo, pero a mí me encanta la palabra.
¿Qué es ser canalla para Borja F. Caamaño?
Canalla es alguien que no se deja influenciar, que abre el camino, al que le gusta divertirse, pero también de una «forma sana». Un canalla se mueve en el mundo del arte y de la cultura y no imposta la voz a la hora de hablar de lo que hace.
He visto en el apartado Quiénes somos de la web: Distrito 93 y Malas artes. ¿Qué son?
Son los sellos iniciales. El proyecto era Bunker Books, pero estos son los sellos de alternativa, con autores poco conocidos que no han despuntado: Distrito 93 sobre género negro y denuncia social, y Malas Artes sobre fantasía y juvenil, ambos de perfil bajo. Bunker Books va a su ritmo, pero va subiendo, es pronto también para hacer valoraciones. De momento, lo importante es tener presencia en medios, que las librerías nos estén pidiendo y que vaya habiendo alguna venta.
Estoy leyendo Cocaína, uno de vuestros libros. Narra una historia que hace que te explote la cabeza. ¿Qué sentiste al leerlo?
Cocaína es absurdo puro, es un David Lynch de la literatura. Es una ida de olla esa novela, al leerla te da la sensación de que te explota la cabeza y a su vez es como si te la oxigenara. Este tipo de narración te empuja a ver las costuras y cómo funciona, cuáles son los mecanismos de este artefacto, qué hace que funcione, cuáles son las normas internas… Aunque tú te lo plantees así, tu cerebro está buscando un sentido. Te preguntas: «¡Wow! Pero ¿qué está pasando aquí? ¿Ahora quién está hablando, el personaje o el autor?» Y al mismo tiempo sigues leyendo. Te mantiene en vilo.
El autor lo que hace aquí es lucir su estilo, la trama es lo de menos: te lleva al absurdo. Hay mucho simbolismo en Cocaína. De hecho, al hacer la traducción pensamos en meter un epílogo de veinte páginas explicando todos los simbolismos que hay. Cocaína es un libro complicado, pero si te gusta lo difícil, lo bizarro, lo canalla, lo distinto… lo vas a disfrutar.
Chuck Palahniuk y Breat Easton Ellis son escritores canallas. ¿Quiénes más lo son para ti?
Evidentemente Bukowski, que era muy canalla. Dicen que mentía mucho, que realmente no era tan bizarro, pero era muy canalla. Luego, Raymond Carver… Michel Houellebecq incluso. Aunque está al borde de la alta literatura, también tiene cosas indescifrables en sus escritos, pero no deja de ser canalla. Ryu Murakami —que no Haruki— con Azul casi transparente, que es una novela muy dura. Toda la «generación beat» también era canalla.
A nivel nacional estuvo José Ángel Mañas con su Historias del Kronen. Ray Loriga es muy canalla y Kiko Amat —autor de Cosas que hacen BUM— también tiene un puntito. En general, toda la «generación kronen» fue fabulosa.
Yo pienso que no solo ha habido escritores canallas en los siglos XX y XXI, también mucho antes. ¿Qué autores antiguos, no necesariamente clásicos, fueron canallas para ti? ¿Lord Byron quizás? ¿Lope de Vega?
Sí, incluso Valle-Inclán con Luces de bohemia. Algunos de los escritos de Camilo José Cela eran muy canallas también, aunque está entre lo canalla y lo casposo. Luego, en Los crímenes de la rue Morgue [de Edgar Allan Poe], que se considera el inicio del género negro, hay un mensaje oculto que es reaccionario: el género negro buscaba asustar a la clase burguesa.
Por último, no podíamos terminar sin que nos recomendaras algún libro que te haya gustado mucho. Pueden ser varios. De hecho, mejor si son varios.
Hemos hablado de Cocaína, así que de los nuestros recomiendo Sin tocar, de Nermin Yıldırım. Es una novela necesaria que habla de la culpa. A su protagonista le dicen al inicio que tiene una enfermedad galopante y que se va a morir [esto no es un spoiler porque viene al principio de la novela]. Empieza a buscar el sentido a esa muerte, «por qué si soy tan joven», se dice, y comienza a somatizar: cree que todo viene de un pecado que cometió de niña. Es un libro necesario porque habla del clasismo que hay que superar, pero de manera soterrada, es decir, no es un panfleto. La trama y el tema están bien separados, pero ves mucha denuncia social contra el abuso, el machismo, el clasismo… Toca muchos temas interesantes, es una novela fácil que se lee muy bien. Parece una road novel y tiene un punto bizarro que es el osito de peluche, no digo más.
De fuera recomiendo la trilogía Vernon Subutex [Literatura Random House], de Virginie Despentes. Quizás el primer libro es mucho mejor que el segundo, pero hay que verlos en conjunto. Es un libro que me ha gustado por cómo escribe esta mujer. Tiene un estilo directo y me gusta cómo te hace verte reflejado en todos los personajes: en situaciones cotidianas, en la transición a la madurez… Son personajes que están constantemente mirando hacia atrás, hacia lo que fueron y dónde están ahora y ninguno está donde pensaba que estaría. Es un título muy recomendable. Y luego… hace poco leí Anatomía sensible [Páginas de espuma], de Andrés Neuman. Creo que Neuman es un valor seguro siempre. Aunque no es tan canalla es un gran escritor.