En unos años donde los remakes son una constante en el cine, era cuestión de tiempo que Candyman volviera a nuestras vidas. 29 años después del estreno de la cinta original, Nia DaCosta dirige su segundo largometraje (tras el más que notable Little Woods) bajo el guion de Win Rosenfeld y Jordan Peele, quien ya demostró en Déjame salir y Nosotros su afán de combinar el terror y el mensaje social. En esta ocasión, el mensaje se le va de las manos y el discurso político se come al terror, teniendo como resultado una obra que comienza con fuerza pero que va perdiendo todo su fuelle a medida que avanza el largometraje.
Candyman transcurre en Cabrini Green, vecindario donde comenzó la leyenda de Candyman, un hombre con un gancho en vez de mano que aparece si su nombre se pronuncia cinco veces frente a un espejo. Una década después de que la última torre de Cabrini fuera destruida, Anthony McCoy y su novia Briana se instalan en un apartamento de lujo de este barrio, que es completamente diferente a la que fue en un pasado.
El filme comienza con una escena potente y una primera media hora prometedora en la que todo apunta que vamos a estar ante un gran largometraje, una adaptación de un clásico adaptada a la perfección a los tiempos que vivimos hoy en día, queriendo dejar en evidencia la desigualdad a la que tiene que hacer frente la sociedad estadounidense en la actualidad. Sin embargo, una vez que las matanzas llevadas a cabo por Candyman comienzan a ocurrir, la película deja su atmósfera de terror y apuesta por el gore, ofreciendo escenas muy desagradables con el propósito de generar impacto pero lo que provocan es generar una barrera de desconexión con el espectador.
Sin embargo, las escenas gore no es lo único que erradica esa buena atmósfera de terror que en un principio se había construido. Peele utiliza la leyenda urbana de Candyman para fines propagandísticos, generando una sensación de victimismo y de manipulación que realmente produce escalofríos. Peele nunca ha sido un cineasta sutil y desde Déjame salir ha dejado muy clara cual es su discurso y su visión como cineasta, pero cada vez sus guiones son más tramposos, y esta vez termina por cargarse un filme que tenía todos los ingredientes para ofrecer un filme de matrícula.
Candyman es un cliché andante que se olvida que es una película de terror y que ofrece un discurso tan manipulado que es hasta peligroso. Este discurso desemboca en una segunda parte del filme que se cae con todo el equipo y que concluye con un final bastante atropellado, que no está bien construido y que genera bastante confusión para el espectador al no cerrar bien la historia. Por el bien de Hollywood, esperemos que Jordan Peele esté un largo periodo de tiempo sin firmar libretos.
Valoración: 2/5
Lo mejor: Sus primeros 30 minutos apuntan a que estamos ante un filme sorprendente y profundamente escalofriante
Lo peor: Que toda su atmósfera de terror se la acabe cargando un discurso tramposo y totalmente propagandístico mezclado con escenas muy gore que pretenden generar más impacto pero que terminan por cargarse todo el conjunto