Hace un par de semanas, el periodista Borja Terán pidió por Twitter al archivo de RTVE que subiera más galas del mítico “Noche de Fiesta”, porque él pensaba que “estamos en un punto del confinamiento en el que lo necesitamos”. Y yo le respondí con cierta ironía. Porque habría que estar muy aburrido para necesitar de esto, ¿no?
Pues ahí estaba yo la otra noche, casi para dormirme, en ese punto en el que no te apetece ver ninguna serie, pero que tampoco quieres irte aún al cubrí. Y, cómo no, se me ocurrió poner una de estas “joyas” que mucha gente esperaba con ganas hace 20 años cada sábado por la noche en la que entonces era “La Primera” de TVE.
Queramos o no, “Noche de fiesta” forma parte de nuestras vidas. Tanto, que un grupo de fans de Facebook tiene un parchís y todo, con los diferentes logos del programa. Poner esto me transporta inevitablemente a una época chula e inocente. Una época en la que no había internet y en la que la noche del sábado era la leche mientras veías a los artistas del momento y a los muñecos de José Luis Moreno, el director del programa. A mis cinco añitos, yo pensaba que sus marionetas tenían vida propia y que Moreno “le tenía puesta una mano detrás para que no se cayera de donde estaba sentado”…
A uno le hace muy feliz recordar aquellos dulces momentos en los que, junto a toda la familia, pasábamos algunos sábados por la noche en la casa del campo y yo lo flipaba con el pueblerino Macario, el cuervo Rockefeller o aquellos humoristas del momento, a la par que los presentadores premiaban a los concursantes con unos miles de pesetas y con un buen lote de vinos Paternina (¡que incluso mi familia sacaba para tomar unas copas y todo!). O cuando lo veía junto a mi abuelita algunas noches que me quedaba en su casa, y los dos nos hinchábamos de reír con Pepa y Avelino en las clásicas escenas de matrimonio que luego tuvieron su serie propia en Telecinco. El “¡Aayy mi cuchifritíi!” que Marina le hacía a Roberto tampoco tenía desperdicio…
Pero, como ya he dicho, todo aquello pertenece a una época chula e inocente, más aún cuando eras un crío y no eras consciente de las cosas. Cuando puse este programa la otra noche, mi percepción fue bastante distinta a la de aquel entonces. Sentí un poco de vergüenza ajena, porque estaba viendo un formato en el que el machismo estaba presente todo el rato, como el decir hola. Por un lado, los comentarios. Macario, con su peculiar “¡Qué contento estoy!”, no paraba de alardear de los atributos de la mujer mientras contaba una experiencia que había tenido en su pueblo. Y, por otro lado, Rockefeller. que con su peculiar desparpajo hacía énfasis en la “hucha” que lucía Sara Montiel durante una de sus actuaciones y le aconsejaba que no se bronceara los pechos mucho, o algo así.
No solo los muñequitos estaban implicados en la causa. Ahí llegaba un humorista vestido de médico con unas cuantas mujeres más y se ponía a versionar la canción aquella de Mary Poppins de la cucharada de azúcar pero, en su lugar, decía que “la mejor medicina para el hombre es, sin duda, la mujer”. Pero prosigamos en nuestro recorrido nostálgico por este programa. Otro de sus atractivos eran los desfiles, en los que un montón de chicas paseaba con vestidos o bikinis, depende lo que se promocionaba, por el plató del programa. Allí aparecía Santiago Urrialde, quien se quedaba asombrado ante el físico de las féminas, y advertía, casi entre babas, de que “se iba a poner malo” ante lo que tenía delante.
Y estas cosas que he mencionado, son solo una muestra en comparación con la cantidad de programas que se hicieron entre el 97 y el 2004. Es impresionante ver, veinte años después, cómo estas cosas tenían cabida en la televisión pública. José Luis Moreno estaba ahí, menos mal, para recordar a los espectadores que “tocasen” a quienes tuvieran a su lado en el sofá, que “hay que aprovechar mientras la cosa siga funcionando, porque en cualquier momento se puede hacer tarde”.
Algunos sketches hacían pasar hacia adelante casi, como el de Silvia Gambino, que se apunta a un cásting para hacer de modelo del programa. Un humor que resulta ser del milenio pasado. Otros humoristas se ponían a interpretar la canción de “La abeja Maya” en versión flamenca o con una jota. Cuando se dispusieron a hacerlo con la de “Heidi”, yo ya estaba pasando para adelante. Por no hablar de Ángel Garó, Jaimito Borromeo, o los Hermanos Calatrava, que casi llegan a ser iconos del programa, vaya.
A principios de la cuarentena, con motivo de las ganas de fiesta que puede haber, me dio por escribir sobre el “Súper 88”, aquel famoso especial de fin de año que, siendo diez años más antiguo que este programa, resulta incluso mejor. Porque Arturo Fernández y Carmen Maura protagonizaban unos guiones más o menos conseguidos, frente a los sexistas y rancios de este. “Noche de fiesta” echó el cierre en 2004, aunque José Luis Moreno no se desanimó y se fue en 2007 a las autonómicas con “Noche Sensacional”. En 2015, “La alfombra roja Palace” intentó resucitar el espíritu de “Noche de Fiesta” y acabó cancelándose tras solo cuatro programas en emisión. Destaca que algunos sindicatos se le echaron encima y todo, al tachar al programa de machista o de casposo.
De todos modos, en “Noche de Fiesta” tenemos cosas chulas también. Me refiero a espectaculares números de malabares al ritmo de divertida música. En uno de ellos incluso tiran a un hombre del público un sombrero y unas gafas con unos bolos que tiran al aire, sin despeinarlo siquiera. O una coreografía en la que los bailarines vestían de personajes del “Mortal Kombat”, con la música del juego de fondo y todo. Y estas cosas impresionan, ya que estás viendo un programa en el que el público de fondo, por lo general, eran abuelitos, con las carcajadas típicas de abuela en determinadas actuaciones. Más tarde, tras el fenómeno de “OT”, era muy frecuente ver a los jóvenes David Bisbal, David Bustamante o Chenoa, por ejemplo, animar aquellos platós. Y algunos teatrillos de esos resultan entretenidos, como el del súper en el que la muchacha de la caja rápida acaba con la paciencia de una de las clientas. Carcajadas aseguradas, vaya.
Hay otro detalle que me llamó mucho la atención, y que demuestra que no todo era caspa en “Noche de fiesta”. En cierto momento del programa, en la época en que Moreno lo presentaba, hizo una acertada predicción sobre el modelo de televisión del futuro. Él imaginaba que, gracias al avance de la tecnología, la gente iba a poder pedir el artista que quería que apareciera en ese momento, algo que podemos hacer hoy con los contenidos a la carta, y que se ve que Moreno soñaba a menudo con ello. Porque en 2013 puso en marcha “YouMoreTV”, su plataforma de contenidos en Youtube. Aquí entonces podemos disfrutar de fragmentos de actuaciones de “Noche de fiesta” en nuestros nuevos dispositivos, aunque también hay contenidos de producción propia, cómo no (y una sección Premium y todo).
En realidad, programas de este estilo podrían tener cierta cabida hoy aún. Y creo que siguen siendo igual de necesarios ahora. Porque “Noche de fiesta” era un formato magacín, en el que se destacaban al principio los artistas que iban a aparecer, y se le hacían entrevistas y todo eso. Un formato parecido hoy en día es el ya longevo “El Hormiguero”, que incluso ha levantado polémicas en más de una ocasión por algunos comentarios de Pablo Motos, y en el que se presentan diferentes artistas y demás.
Lo único es que hay que saber adaptarse a los nuevos tiempos. Suprimir cosas que ninguna cabida tienen a día de hoy (como es el caso de aquellos teatros cutres y desfasados y de los clichés machistas); modificar los esquemas del programa, por ejemplo; o centrarse en espectáculos más impresionantes (el playback hoy en día debe ser historia ya, vaya). Y un buen ejemplo de ello, como he comentado mucho por aquí, es “Sánchez y Carbonell”, que ofrece espectáculo a troche y moche de una forma fresca y sin olor a naftalina. Incluso cuando recuerda momentos antiguos es fresco y todo. Ya sabemos. A aprender y a seguir innovando, caray.