Durante estos días, aunque tenía otras cosas más importantes para mi futuro, me pregunté de vez en cuando en qué pensó exactamente Telecinco cuando decidió rescatar “El precio justo”. ¿Fue un ataque de nostalgia? ¿Fue que estaban aburridos y les dio por ahí para rellenar, por ejemplo, el late night? Porque, tras tres programas emitidos (más dos de la edición diaria), el concurso, que presenta Carlos Sobera, es de lo más cutre que se puede ver. Una porquería, vaya. Lo dice con pena una persona que descubrió hace casi un año este fabuloso formato y el fenómeno que supuso en España hasta principios de los 90. Un programa que es atemporal y querido en Estados Unidos, pero que aquí, desde que las privadas lo acogieron, tira más a lo ridículo. Y en esta ocasión, además, es una auténtica tomadura de pelo.
El pasado lunes 5 de abril, y tras esperarse desde febrero, “El precio justo” se estrenó por fin. Que comenzase a las 22:50 ya echaba un poco para atrás, porque no tiene sentido que un esperado estreno (y más, en este caso, un concurso familiar) comience a esa hora. Encima, no empieza hasta 15 minutos más tarde. Ahí recuerdo que tuvimos que estar aguantando el final de la telenovela “Love is in the air”, que ahora resulta que, con el regreso de “Supervivientes”, ya no la ponen en esa franja horaria, oye.
Si queremos que un concurso se gane a su público, hay que tratarlo como se debe. Hay que darle el protagonismo propio de un programa que se estrena, y no relegarlo a una hora que no corresponde, como si fuera de relleno. Eso, para empezar. Luego, lo que ocurrió, y que provocó numerosas críticas en las redes sociales, porque la gente acabó empachada, fue que iban demasiado rápido en las diferentes pruebas. Y es que, si hay que seleccionar a ocho de los 11 concursantes en dos horas, es normal que haya que apurar el tiempo hasta para respirar. Y eso acaba siendo tan caótico como innecesario. Tradicionalmente, en “El precio justo” se clasifican seis personas de los nueve a los que se les llama “¡A jugaar!”.
La voz de Luis Larrodera presentando los artículos se parecía, como yo advertí, a un combate de boxeo, y eso resulta demasiado machacón. Y, pasadas las 11 de la noche, cuando ya estás medio dormido, ante todo ese jaleo, se produce una sensación rara, mientras el público (algunos internautas decían que eran los de “La ruleta de la suerte”, pero de after) está armando jaleo y los concursantes están eufóricos cuando se presentan los artículos de esa forma tan grandilocuente.
El caso es que, en cierto momento del programa, pareció que estábamos ante un remake de uno de la era de Carlos Lozano, de finales de los 90, con el juego del golf ahí otra vez y la ronda final, en la que una pantalla loca va de cifra en cifra hasta que le das al botón y se para en una cantidad de euros concreta de la que no te puedes alejar para llevarte el escaparate.
Otro aspecto que se criticó también fue el de los guiones, con “chistes” que quedaban un poquito rancios y eso no ayudaba demasiado. “El precio justo” no es un teatro… Tampoco ayudan algunos colores en las etiquetas de los productos. Unos colores grisáceos, por ejemplo, que no llaman tanto la atención. Pero menos llamativa es la ruleta en la que los jugadores se disputan la semifinal. Uno de los internautas dijo que “parecía que estaba viendo la versión rumana del programa”, en comparación con el americano.
Frente a los colores y tipografías espectaculares de los números de la ruleta del formato original (y el pitido, cada vez que pasa por uno de ellos), aquí parece que se haya cogido una tira y se le haya pegado y hala, listo. Encima, su mecanismo en sí parece que esté trucado, ya que funciona de una forma rara y, encima, en el de la semana pasada, la flecha roja (que indica la cifra en la que has caído) estaba doblada. Es de risa. Y eso, evidentemente, deja muchísimo que desear.
Lo de los premios en metálico es un caso aparte. Es un tema muy especial, que merece su propio párrafo. Cien euros dan a quien acierta el precio justo de un artículo, u otros cien para quien dé justo en el “100” de la ruleta. En la versión de EE.UU, Drew Carey da 1.000 dólares a quien caiga en esta cifra, y puede volver a tirar para lograr un “10” o un “5” y el premio puede aumentar. Y, junto a esto, las pocas tiradas que se ofrecen a los jugadores. En el “Plinko”, por ejemplo, es de lo más emocionante ver cómo el concursante se puede llevar hasta 3.000 euros (o nada). Una cantidad asombrosa, vaya (en “The Price is Right”, hasta 50.000 dólares pueden llevarse).
Todo esto hace que estemos viendo un programa rancio. Es muy triste que un concurso tan mítico esté abocado a llevarse mala fama en nuestro país. ¡Y eso que la productora es Freemantle, la misma que la de la versión estadounidense! Se puede hacer un “Precio justo” hoy día que pueda ser igual de bueno (o incluso mejor) que el de la era Joaquín Prat, que ya casi es un sueño fantástico en la memoria de los españoles más mayores, debido a lo glorioso que fue.
En su segundo programa se mejoraron las locuciones y de la fluidez. Hubo menos anuncios y “El precio justo” parecía que iba por el buen camino… hasta que trajeron los mismos juegos de la semana anterior. Ahí estaban de nuevo el del golf; el de ordenar de menos a más caro los tres productos; el del empujón; el de la llave maestra; el de los tres más caros (“arriba y abajo”); el del súper; el de los dados y el del “Plinko”. ¿De verdad creéis que estoy con ganas de que vuelva el lunes para ver a los concursantes jugar otra vez a lo mismo?
A ver, entendemos que en Telecinco toman por poco inteligentes a quienes lo ven, al alimentarlos de bulos, de telebasura y de otros contenidos tan poco elegantes cada día. Pero que nos restrieguen que somos estúpidos ya es muy descarado. Porque es difícil que haya interés por el concurso, una semana después, con los mismos juegos. A pesar de su horario, el día en que “El precio justo” se estrenó fue un récord de audiencias. Fue lo segundo más visto del lunes, por detrás de “Mujer”, la novela que emite Antena 3. En su segunda semana, obviamente, tras la cutrez y la misma estructura, las audiencias han ido a peor. Y, sin lugar a dudas, aquellas cifras fueron mejores que las de anoche, que cada vez pierde más audiencia.
Tras este pequeño «experimento» de dos semanas (considerémoslo así), “El precio justo” se estrenó ayer a las 20 en su edición diaria, que era lo que tenían en mente desde el principio para ganarle la batalla a “Pasapalabra”. Ahí se retrasó el programa también mientras se ponían a contar la vida de una hija de Jesulín y los colaboradores anunciaban la llegada de «El precio justo» haciendo el gesto de «¡A jugar!», Que ya era bastante bochornoso. La primera batalla ha resultado ser un fracaso. No le han llegado a los de Roberto Leal ni a la altura del betún, pero es que encima han conseguido incluso peores datos que «Sálvame tomate».
A mi juicio, me gusta más “El precio justo” que “Pasapalabra”. Me parece más entretenido y emocionante (si se hace en condiciones), aunque culturalmente no aporta nada, todo hay que decirlo. Pero, tal y como se está haciendo, lo mejor que le podrá pasar será acabar en las tardes de Cuatro, o algo así. “A la tercera, va la vencida”, dice el popular refrán. Y, por eso, la versión nocturna del programa es ya historia para mí. Tan solo me motivó verlo para desahogarme después en estas líneas. Por tercera vez consecutiva traen los mismos juegos, aunque cambiados de orden, eso sí, para dar más emoción. Vaya, que somos imbéciles o algo. En “El precio justo” no basta con anunciar a bombo y platillo objetos interesantes. No lo vemos por nostalgia o porque sí. Su gancho está en la variedad de juegos que se pone en cada programa, algo que aquí no existe.
En el programa diario, al menos, pusieron un par de juegos nuevos. Pero, aún así, la siguieron liando. ¿¿¿Cómo podéis arrancar el programa con un juego repetido, cuando encima solo hay cuatro pruebas??? No tiene sentido, sinceramente. Los horribles datos de audiencia de ayer son resultado de la cutrez con la que elaboran un legendario programa que en España va a ser recordado de todo lo contrario. Por no hablar ya del incumplimiento constante de las medidas de seguridad por el Coronavirus en el programa. Encima va el presentador y recalca la importancia de mantener el protocolo, y luego da la mano a los concursantes, se acerca a ellos o les coge del brazo. Lo dicho, una tomadura de pelo en todos los sentidos.
Para concluir ya, leí a un internauta poner que “en 10 días, volverá ‘Sálvame Tomate», y así creo que va a ser. A mí lo que me demuestra esto es que en este canal les viene muy grande el hacer un formato atractivo y bien conseguido. Estáis acostumbrados a emitir programas basura, sin mucho esmero, y os creéis que en «El precio justo» se puede enganchar a la audiencia igual, de esa forma ridícula tan peculiar. Pues nada. Ahí tenéis lo que os merecéis, sin más.