En Australia, país con la mitad de población de España pero catorce veces su extensión, las ciudades más pobladas se encuentran en la zona sureste. Mientras tanto, los habitantes del resto del país están más diseminados. En la oscuridad del invierno (Catedral, 2021, con traducción al castellano de Angelica M. Ripa) refleja el aislamiento de cuatro personajes de un paraje remoto de Australia que inician una investigación tras avistar una sombra que se mueve por los huertos. A esta visión se suma la desaparición de un perro y la aparición de ganado degollado. Esto hará que la vida de estos cuatro personajes, que no se conocen, cambie.
Tim Winton (Australia, 1960) es uno de los escritores más importantes de su país. En esta novela, construye un ambiente de miedo, suspense y claustrofobia. Sus personajes perciben una amenaza exterior, pero el riesgo en realidad se encuentra dentro de ellos mismos. Ellos son Jacob, un hombre ebrio; Ronnie, una chica joven y abandonada, e Ida y Maurice, que son pareja. Una noche, este matrimonio siente un silencio que nunca antes han experimentado. Sospechan que las cosas han cambiado de repente y que algo acecha ahí fuera. Entonces, se desencadenan los sucesos para que los cuatro personajes se encuentren y unan fuerzas pero también estén alerta ante quiénes pueden ser realmente sus compañeros de aventura.
La acción se desarrolla en un valle donde el aislamiento hace mella. El autor aprovecha este elemento para introducirse en la mente de los personajes, de tal manera que el peligro se palpa de cerca en sus circunstancias correspondientes, generando así inquietud y desasosiego en el lector. Estos personajes tiemblan por el miedo de lo que se esconde en la oscuridad, pero también por el frío de los recuerdos. El aislamiento genera enajenación y delirio y produce en los personajes una percepción alterada de algo que parece amenazarles y que no saben qué es. Así, la memoria de los otros pasa a formar parte de la suya propia para reconstruir qué es esa presencia que les ronda.
Esta novela va más allá y también es una denuncia ante la desaparición de especies animales y una invitación a la reflexión sobre el dilema de aquello que resulta desconocido al ser humano, que no logramos entender y que supone el misterio de la naturaleza. Uno de los narradores se pregunta si se puede ser responsable de algo simplemente habiéndolo contemplado, aun no habiendo participado de ello. Aquello que hacemos en el pasado nos persigue a lo largo de nuestra vida y ya no hay vuelta atrás; permanecerá en nuestra memoria. Se trata también de una reflexión sobre ser racional o bien ser irracional cuando te atacan el pánico y el histerismo. Cuando eres racional, no crees en nada, pero cuando una amenaza te acecha, empiezas a creer en todo.
«Ojalá no tuviésemos tantas cosas que ocultar, tantas oportunidades de que el miedo se apodere de nosotros», dice uno de los personajes. En la oscuridad del invierno es una novela que genera tanta intriga que al final deja, de forma inevitable, con muchas preguntas y desconcierto. Habla sobre perder la capacidad de discernir lo que es real y lo que no, y también sobre perder la noción del tiempo, de que se mezclen los elementos en la memoria. Porque como dice uno de los personajes, sus sueños no son símbolos, sino historia. Algunas personas, cuando llevan demasiado tiempo aisladas conviviendo con sus pensamientos, sus emociones y sus secretos a solas, terminan explotando y todo ello sale a la superficie como la sangre de una herida a la que se le quita la costra. Las máscaras caen al suelo como cae la fruta madura del árbol cuando la rama ya no puede aguantar el peso.