Siempre he detestado a los chulos. Son los que se creen más que otros y lo manifiestan mediante su chulería. Esta tiene diferentes grados y etapas. En el instituto están los niñatos o los bullies, como lo eran un quinqui orejón que la media neurona que tenía la usaba para intimidar o atacar; o un repetidor, en Bachillerato, que se calentaba a menudo, sobre todo cuando los demás nos hartábamos de que nos molestara.
Luego están la arrogancia o la engreidura, que van ligados a la chulería, aunque de forma sutil. Algunos empollones del instituto la tenían y, en la Universidad, algún que otro periodistucho engreído tocó aguantar, con sus lecciones de moral, tanto en clase como por las redes. Y allí aún iban un par de niñatos que me llegaron a decir que me iba a ir «calentito» o que se les daba bien partir bocas (ambos dejaron la carrera). Y, en un sitio donde estuve de becario, había un tío que te faltaba al respeto o se las daba de listillo.
Por no hablar de los círculos de amigos. En uno tuve a un perla que te vacilaba o imponía su opinión y luego te amenazaba a gritos en la calle si tú le vacilabas en señal de defensa.
La chulería o la arrogancia pueden estar relacionadas con cierta falta de inteligencia. Porque es estúpido dejar mal a alguien, o encima agredirle, sin motivo alguno, para quedar tú por encima. Dicen que «para brillar tú, no debes apagar a los demás». También pueden ir ligadas a cierta inseguridad o a que, al no poder destacar de forma pacífica, honrada e inteligente, sólo te queda usar esos «recursos» para parecer fuerte, o para despistar. Aunque también pueden ser sólo gentuza con mala leche.
En este punto, hablando de arrogancia o de inseguridades, la polémica que se generó la semana pasada con «La Revuelta» recuerda a todo esto. Lo de la berrea del ciervo es otro episodio más de la historia de la televisión (como ya lo es el propio Broncano). Pero el capítulo sigue. El pasado lunes, Pablo Motos abrió «El Hormiguero» con un discurso en el que tachaba a la cadena pública de malas praxis periodísticas, entre otros reproches dignos de responder.
Lo primero que decía era que TVE abrió sus programas informativos con lo de la berrea. Aquello lo publicó un diario, pero no era verdad. Entonces, hablar de mentiras mientras mentimos no es muy coherente, ¿no? Sí pienso que nada de esto sea tan importante para llevarlo a un informativo, aunque se entiende que fue una anécdota sonada. Lo que sí, es una cuestión moral.
Según Motos, abrir el telediario con cosas así daba fe de que nuestra TV pública no actúa bien, etc. Hablaba de la misma cadena que, cuando ocurrió la tragedia de la DANA, dejó de emitir «La Revuelta» el resto de la semana para informar sobre ello; Antena 3 sólo canceló «El Hormiguero» una noche y, a la siguiente, prefirió traer a Belén Esteban. Con todo lo que estaba pasando y que era más importante, ¿eh?
Que alguien lleve casi 20 años liderando con un programa que, hasta hace poco no tenía competencia, no es motivo para que se crea dueño de esa franja horaria y que esté por encima de cualquier otro que llegue después. Por no hablar de las presiones para que no vayan antes a ningún otro programa que no sea el suyo. Aunque hayas pactado una entrevista, esta persona puede ir a cualquier otro medio. En el caso del piloto Jorge Martín, tras su triunfo en el Moto GP, está a la orden del día. ¿Y los totales que vemos en los telediarios? Es decir, los vídeos en los que esta persona aparece hablando. ¿Son exclusivos también?
«La Revuelta» y «El Hormiguero» han pasado a ser dos nuevos bandos en España. Cada noche se vive como un Barcelona-Real Madrid. Encima, se les ha ligado a posiciones políticas. «La Revuelta», para mí, es un programa de entretenimiento sano, que transmite valores propios de una tele pública y que se ríe de cualquier cosa que les puede afectar a ellos mismos. No olvidemos que, en su debut, creían que no iban a poder con Pablo Motos, e hicieron mogollón de chistes al respecto.
Lo de la berrea fue otra nueva forma de denunciar injusticias, en tono de humor. Quizás otros deberían aprender y responder igual, en vez de victimizarse, de poner tono molesto y caras largas, o de presionar a los entrevistados para que no vayan a los programas de la competencia. ¿O es que no saben competir de forma pacífica, honrada e inteligente, como les ocurre a la gente arrogante o chula?
Tanto este «protocolo» con los entrevistados como el discurso de Pablo Motos demuestra ciertos aires de superioridad (o sea, arrogancia, ¿no?). Algunos rostros inseparables de este hombre le defienden (Revilla, Chicote…), pero otros exmiembros de «El Hormiguero» incluso han apoyado a Broncano.
Dice que «a todo cerdo le llega su San Martín». Y esto fue lo que pasó esta semana: el lunes, «La Revuelta» fue líder, con cierta diferencia, además, sobre las hormigas. Ya fuera por la curiosidad que generó la berrea del ciervo como por la indignación, el público dio, en cierto modo, su veredicto a todo lo ocurrido.
Que, bueno, el documental indie no quedó muy lejos de la audiencia que ganó Pablo Motos la semana pasada. El caso es que el martes siguió siendo líder. Y también el miércoles, la noche en que «El Hormiguero» recibía por fin a su ansiado y exclusivo «rehén». Pero no pudo con «La Revuelta». El jueves, Jorge Martín fue al plató de Broncano y permitió al programa hacer pleno esta semana.
Por cierto, para quienes echen en cara que las audiencias televisivas no son precisas (que es verdad), las publicaciones de la visita del piloto tuvieron más likes en la cuenta de Instagram de «La Revuelta» que en la de «El Hormiguero».
Yo, ¿qué te digo? Que sigas viendo lo que quieras, claro. Entiendo que el espacio de Pablo Motos es más espectacular. Pero yo ya digo que apoyo lo público. Sus contenidos no buscan hacer negocio, sino una finalidad social. Y eso es lo que pasa en este loco formato, donde aún se habla de la DANA (y se comprometen a seguir haciéndolo), mantienen un enlace para enviar donativos a las víctimas y, además de los famosos, se trae a testimonios anónimos que tienen muchas cosas interesantes (y desternillantes) que contar. ¿Y la actuación de Biznaga el martes, con su tema que revindicaba el derecho a acceder a una vivienda («El futuro sobre plano»)? Fue tan bestial como necesaria.
Broncano no va a llamar a tu casa para regalarte una tarjeta con dinero, pero sí va a hacerte divertido el tramo final del día, y te va a aportar algo curioso, ya sean él o cualquiera de sus feligreses. Por no hablar de «Cifras y Letras», que es una tercera opción y cuyos índices de audiencia son positivos cada día. Ah, lo ponen en La 2, a la misma hora que «La revuelta»… Porque es obvio que hay gente que pasa de ver cualquiera de los dos programas de los que hablamos y ve otra cosa.
Escribir todo esto me pareció necesario, ya que no se pueden tolerar ciertas actitudes, como alardear de tantos espectadores mientras juegas sucio. Al igual que a todos nos conviene tener lejos a los chulos y arrogantes, Broncano ha conseguido tener lejos a quienes no aguantan que él triunfe cada noche mediante la creatividad y el buen rollo, sin trampas ni hostilidades. Y, hablando de una tele pública, esta nos ha dejado una valiosa lección: no callar las injusticias y también hacer el vacío a los arrogantes o a los chulos, para no tenerlos cerca.