¿Cuántas generaciones habrán cantado a pleno pulmón (especialmente en momentos de borrachera extrema) el Cadillac Solitario de Loquillo? Después de ver el primer episodio de la nueva temporada de Paquita Salas, he tenido que ir corriendo a YouTube para escuchar la canción. En los comentarios del vídeo resalta uno en concreto: «Estoy aquí por Paquita Salas jejeje». Y, claro, realmente todos estamos aquí por ella, por La Loquilla, la musa de este himno atemporal, porque es a ella a la que hemos cantado, porque siempre quisimos ir a L. A. y cruzar el mar en su compañía, haciendo todo lo posible por una segunda oportunidad. Y de eso va, precisamente, esta nueva entrega de la serie dirigida por Javier Calvo y Javier Ambrossi: de rendención y segundas oportunidades, pero también de mucho más.
Para Aristóteles la catarsis era la purificación de nuestras más bajas pasiones. Para ello el espectador ha de reconocerse en los personajes y en sus acciones y sufrimientos como si de un espejo se tratase. Solo así, al finalizar la obra, podrá conocer más sobre sí mismo. Paquita Salas siempre ha sido un espejo, desde su primera temporada, y este es el mayor acierto de la serie. Cualquiera de nosotros se podrá reconocer en alguno de los personajes o situaciones que ocurren a lo largo de sus capítulos. La serie de Los Javis nos enseña sobre nosotros mismos, nos expone y nos enfrenta a nuestras miserias más hondas, y lo hace a través de un retrato certero y afilado de nuestra contemporaneidad.
Pero no solo nos revelan nuestras inquietudes, si no también se manifiestan algunas de las más profundas preguntas de nuestro tiempo. Ahí tenemos como ejemplo la pérdida de identidad sufrida por Magüi ahora renombrada como Malu (que no Malú), o los conflictos de género planteados por Edwin, el personaje masculino interpretado por Lidia San José. La identidad se convierte en uno de los pilares de esta nueva entrega. Al fin y al cabo la mayoría de sus personajes tratan de buscar desesperadamente su lugar en el mundo y, por encima de todo, tratan de responder a una pregunta tan simple como dolorosa »¿quién soy?».
Por eso mismo, Paquita Salas es también una serie sobre los cuidados. El personaje interpretado, de nuevo de forma magistral, por Brays Efe pertenece, según uno de sus creadores, al »grupo de las cuidadoras». Paquita cuida y mima y da fuerzas nuevas a todo su entorno, pero ¿y a ella misma? En uno de los capítulos más brillantes de esta temporada -ojo a las referencias a Bernarda Alba-, una de las vecinas de Navarrete, el pueblo natal de Paquita, le pregunta a nuestra protagonista »¿No te cansas de guardarte todo para ti?». Y esta quizá sea la pregunta central de todo el personaje.
El camino hacia la redención personal nunca es sencillo. Todos vosotros, lectores, sabéis lo difícil que es muchas veces perdonarse a uno mismo. Sin embargo, las segundas oportunidades no llegan solas, se persiguen, se crean. Y así es para los personajes de Paquita Salas, todos tratando de arreglar sus vidas, de darles un sentido, de encontrar su camino personal hacia el autoperdón. Es aquí donde la serie se aleja del tono más pesimista de sus anteriores entregas, y nos muestra un paisaje mucho más luminoso y esperanzador.
Antes de terminar, quiero destacar el brillante trabajo de todo el cast de la serie: vibrante, emocionante, impecable. Esperemos tener Paquita para rato.