Por la lágrima se sabe el muerto

“Y es cierto, nunca remamos en la misma galera y, si lo hicimos, estábamos sentados uno frente a otro, no al lado, que es lo suyo para avanzar”, dice Mario, el protagonista de esta novela, una continuación no oficial —o quizá sí— de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. En esta, la viuda Carmen le despacha un discurso de cinco horas seguidas al difunto Mario, indefenso y sin turno de réplica en su ataúd. Sin embargo, en esta obra que construye José de Cora (Lugo, 1951) con una lucidez asombrosa es Mario quien recrimina a Carmen todo lo dicho y la vida juntos que no ha sido próspera precisamente.

Narrada en primera persona por el propio Mario, el protagonista nos trae su discurso a través de capítulos relativamente breves, pero con párrafos sin puntos y aparte en un intento por no detener la narración y hacerla, si no asfixiante, al menos sí que fluya con rapidez para que el lector se vea abrumado.

Mario, que ha muerto a los 49 años de un infarto, le habla a su esposa desde el más allá, reprochándole todo lo que ella le dijo estando él de cuerpo presente. Según dice, le han dado una especie de permiso para que pueda hablar con alguien del mundo de los vivos, y se le prohíbe decir mentiras, así que encontramos un discurso de más de doscientas cincuenta páginas plagado de verdades que Mario estampa contra Carmen.

Le recrimina muchos aspectos de su actitud. Por ejemplo, le dice que la quiere porque es la madre de sus hijos, pero realmente su relación era insostenible y asegura que no volvería a compartir la vida con ella. Empezando por sus ideologías, él republicano y ella muy conservadora.

Mario dice que Carmen está a la derecha de Franco, y que este a su lado es un “rojazo de libro”, lo que demuestra la ideología tan ultraconservadora y católica de la señora. Carmen critica el aperturismo y a Fraga por promover que vengan las suecas a enseñar cacho a las playas españolas con sus biquinis, con lo bien que estaban ellas con el bañador de una pieza, que ya enseñaba demasiado. Para ella, todo lo que huela a avance o progreso es inmediatamente desechado.

Situada en los años 60 del siglo XX, la novela aborda numerosos temas de la época que resultaban peliagudos, como ya hizo Delibes en su libro, además de tener la Guerra Civil española latente en todo momento en los dos protagonistas. Además de numerosos refranes, Habla Mario empuja al lector a repensar el amor y las relaciones a partir de lo que el narrador habla y lo que da a entender implícitamente.

Sobre el amor nombra Mario a Encarna, su cuñada, una mujer viuda que en todo momento le trató de maravilla. Carmen siempre sospechó que ambos habían mantenido una relación en secreto, porque, según decía, Encarna “bebe los vientos por él” y Mario no cesa en todo el libro de sacarla del absurdo de ese pensamiento, aunque al final de la novela sucederá un hecho que desvelará al lector la verdad de todo ello.

Carmen también criticaba la profesión y labor de Mario, catedrático y escritor, porque sus libros no eran historias de amor, sino angostos tratados, libros “sin dibujito en la portada”, los que a ella no le gustaban. Por eso Mario se queja de su vulgaridad para con sus libros. Para ella, todos los libros deben ser de amor, que son los que venden y emocionan, y todo lo que se haga, así, en general, debe ser útil y rentable.

Reproches como estos le hace Carmen a su difunto marido, según nos cuenta él, dando pena ante los conocidos y quitándole mérito a Mario. En cierto modo, le pisotea para igualarse a él, con un clasismo vomitivo. Todo ello, a través de un lenguaje que fluye del pensamiento de Mario con un registro formal, y a veces coloquial. La relación que han mantenido Mario y Carmen ha sido muy tóxica. Mario, según narra, encuentra la tranquilidad lejos de Carmen. Y la angustia y la astenia, cerca de ella.

Delibes entronizó a Mario haciendo que en su obra Carmen tomara la palabra —y el látigo— contra el difunto de aquel modo. Esta obra puede considerarse, pues, como la oportunidad de revancha y venganza de Mario. Sin embargo, pensándolo bien, ahora es Mario quien toma el látigo verbal —de manera legítima y diciendo solo verdades— contra Carmen para ponerla en su sitio. Ahora, por tanto, la entronizada es ella, la mártir, en cierto modo, al estar indefensa ante los reproches de Mario.

He de destacar que el libro de Delibes me gustó muchísimo, es de mis favoritos, y que este ha conseguido igualarlo y no desmejorar la historia. Al ser una continuación —muy bien narrada y construida, por cierto—, me ha sorprendido por su buena construcción y desarrollo. El autor crea un narrador, Mario, sin pelos en la lengua que azota metafóricamente el pasado y a su aborrecible esposa, con una actitud a veces irascible.

Además de la crítica feroz que hay a la religión, esta obra tiene numerosos detalles a tener en cuenta, igual que la de Delibes, por lo que significa para la sociedad de la época, su ideología y su contexto. Autor de otros libros como La navaja inglesa, creo que José de Cora ha compuesto una buena obra que no tiene nada que envidiar a la de Delibes, que conmueve al lector a posicionarse en uno de los bandos —el de Mario o el de Carmen— y a vivir de cerca los reproches de una relación minada por la contaminación sentimental y el maltrato psicológico de una España imberbe y en construcción.

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