Cuando se lanzó el primer tráiler de Tiempo, M. Night Shyamalan captó mi atención de nuevo, pese a haber prometido en 2019 tras salir de Glass que nunca iba a volver a ver una película suya en pantalla grande. Sin embargo, en su avance, Tiempo tenía algo que parecía prometer que esta era una buena de Shyamalan, algo que ocurre en uno de cada siete largometrajes suyos. Y qué engañado me tenía. El filme protagonizado por Gael García Bernal y Vicky Krieps es, sin lugar a dudas, uno de los productos más aburridos del cineasta y es que el ritmo en Tiempo es inexistente. Lo que prometía ser adrenalina pura se convierte en un largometraje en el que no sucede nada durante sus 30 primeros minutos y, conforme la trama avanza, cada vez interesa menos jugar a adivinar cuál va a ser su resolución.
El argumento de Tiempo es, a priori llamativo. En él, un grupo de personas, entre el que destaca la familia protagonista, empieza a percibir que en la paradisiaca playa que han elegido para relajarse unas horas suceden algunas anomalías temporales. Un planteamiento muy interesante basado en la novela gráfica de Pierre-Oscar Lévy y Frederick Peeters que bien planteado podría haber sido un terrorífico y adrenalínico viaje, pero no logra traspasar la pantalla porque simplemente lo que ocurre en sus 108 minutos de metraje no cuenta con el mínimo atractivo para encandilar al espectador.
A Tiempo le falla su guion y, en especial, unos diálogos que ralentizan mucho la trama y que hacen que no pase nada interesante en pantalla. Hasta que los protagonistas no llegan a la playa paradisiaca, en el filme no ocurre nada interesante y, una vez que comienza la acción, ya ha perdido al espectador. Todo ello mezclado con un montaje confuso que acaba de enturbiar más aún el ritmo del filme.
Conforme la trama avanza, Tiempo se acaba volviendo cada vez más caótica hasta que llega un momento el que ya ni siquiera existe emoción por saber qué les ocurre a los personajes o por qué han sido ellos los seleccionados a estar en esa recóndita playa. De hecho, cuando finalmente se explica todo, uno se queda frío, pensando que había algo más y que no iba a ser simplemente «eso». Indiferencia y mucha somnolencia, eso es lo que causa el último filme de un Shyamalan que sigue teniendo sus defensores, aunque cada vez con menos argumentos para sostener su imperio.
Valoración: 1,5/5
Lo mejor: Las sólidas interpretaciones de Gael García Bernal y Vicky Krieps, intentando poner un poco de alma a un filme que no la tiene
Lo peor: Que lo que prometía ser un thriller trepidante termine siendo un filme aburrido, con un montaje caótico y que deseas que termine