Una temporada de película

Llegaron las vacaciones. Tras el GP de Hungría que se disputó el pasado domingo, la Fórmula 1 hace su tradicional paroncito durante el mes de agosto para volver a la carga en septiembre con el GP de Bélgica, que se disputará en el mítico circuito de Spa Francorchamps.

A pesar de estas semanitas de vacaciones, muchos equipos aprovecharán esta pausa para seguir trabajando en los monoplazas, con el fin de que estos lo den todo en la segunda mitad de la temporada. Sin duda, lo que nos espera va a ser tremendo. ¡Y es lo propio! Las mejoras en Red Bull han supuesto una pizca de azúcar para endulzar el resto de carreras que quedan hasta diciembre. Junto a esto, en la Fórmula 1 se han dado cuenta de la necesidad de cambiar ciertas cosas. A la gente hay que darle emoción cuando ven las carreras, porque sino no son carreras y, por tanto, son aburridas. 

Frente al dominio implacable de los Mercedes durante esta temporada, hemos visto cómo los Red Bull -en especial, Max Vestappen- han sido capaces de plantar cara a las flechas plateadas. Los Ferrari, por desgracia, todavía no están a la altura, pero el joven holandés ha sido la salvación, que ya empieza a suponer un obstáculo para que Hamilton se pueda hacer con su sexto título este año, aunque el inglés aún tiene bastante ventaja de puntos.

Hemos visto cosas apasionantes, y una de las más destacadas fue, sin duda, la lluvia del GP de Alemania, que trajo la auténtica emoción al circuito de Hockenheim, hasta tal punto que algunos hayan optado por que pongan aspersores en las pistas. ¡¡Que Carlos Sainz estuvo rueda a rueda con Hamilton en una de las curvas, casi para adelantarlo, por Dios!! 

El piloto español es una autentica revelación, sin duda, aunque es posible que no desate la euforia que consiguió en su momento Fernando Alonso. Pero fijémonos. Ahora mismo está en la séptima posición en el Mundial, o sea, que, tras los seis pilotos de las tres escuderías punteras, está él, con su McLaren, dándolo todo. Pero es que además le separan cinco puntos (58) de Pierre Gasly (63), por lo que sin duda el español arrebatará al francés la sexta plaza de la clasificación. Su duelo con este en Hungría para mantener el quinto puesto deja constancia de su superioridad.

Porque, como he mencionado hace tres párrafos, es Verstappen el que está llevando las riendas de Red Bull, ya que al francés le está costando situarse al nivel de su compañero. El joven holandés ha conseguido movilizar a una buena masa de compatriotas que se desplazan a cada país europeo para verlo triunfar. Verstappen es quien pone la emoción en cada episodio de esta curiosa serie, aunque lo del pasado domingo en Hungria fue una carrera más bien de película, con su tradicional climax al final de la misma.

Tras hacerse con la primera pole de su vida, “Max Power” logró defender su liderato en las primeras curvas de Hungaroring, a pesar de que Hamilton rodaba a poco más de dos segundos detrás de él. La cosa siguió casi igual hasta pasada la mitad de la carrera. En una de esas vueltas, Hamilton se le echó encima a Verstappen y logró adelantarle, pero se pasó en la curva y el holandés recuperó distancia. Entonces se produjo una cierta confusión: al piloto de Mercedes lo llamaron en la vuelta 49 para que parase en boxes a cambiar las ruedas. “¿Estáis seguros de que esto es acertado?”, preguntó el británico por la radio. Ahora le separaban más de 20 segundos de Verstappen. ¿A qué venía esta parada? ¿Nos hemos vuelto locos?

Esta decisión demuestra la importancia del trabajo en equipo y también la necesidad de arriesgar un poco, cuando tienes las cartas aseguradas. A Hamilton le pusieron el neumático medio. Es decir, un neumático que ofrece cierta durabilidad pero que necesita menos tiempo para adaptarse. Verstappen iba con el duro, que ofrece el mínimo desgaste. Pero ojo, ya llevaba desde la vuelta 26 con ellos. Aunque ya tenía que seguir hasta el final con esas gomas, no pudieron aguantar lo deseado. 

Porque claro, esto no es una película, sino la vida real. Y, aunque las últimas vueltas fueron intrigantes, el desenlace de este episodio estaba cantado: Hamilton fue volando literalmente hasta aproximarse a Verstappen en la vuelta 65, cuando a este le comunicaban que sus ruedas “habían muerto”. Entonces el inglés pudo adelantarlo poco después sin problemas y ganar en Hungría, para compensar el undécimo puesto en Alemania.

Esta es la magia de la Fórmula 1, una disciplina que se considera deporte, pero que uno entiende cada vez más como un espectáculo. Esto aburre a mucha gente, que quizás puede preguntarse qué se le ve de atractivo a esto. Yo me enganché en 2008, con la inauguración del trazado nocturno del GP de Singapur, y de ver a Alonso competir. Hasta entonces, aquello no me suscitaba la mínima curiosidad. Durante estos once años he estado viendo cada temporada, una con más ganas que otras, ya que ha habido años aburridos, sin duda.

En este espectáculo vemos a veinte fajos de billetes con ruedas compitiendo por la mejor posición. Si, son unos coches que valen aproximadamente 12 millones y medio de euros. Y lo que vemos ahí es pura ciencia, el trabajo de unos ingenieros que innovan en mejorar los componentes para que los monoplazas mejoren o consoliden su rendimiento. De un equipo implicado y de unos mecánicos coordinados que en cada parada en boxes lo dan todo para que el piloto regrese a pista lo antes posible. Muchos de estos elementos experimentales que se ven en los monoplazas se aplican luego a los coches de calle, depende de los resultados que ofrezcan. Por no hablar de las medidas de seguridad, que han permitido que, desde la muerte de Ayrton Senna en Ímola en 1994, haya fallecido por accidente un solo piloto en 25 años (Jules Bianchi).

Por no hablar de los episodios que vivimos, unos más tensos que otros, con rivalidades entre los pilotos, alegrías con ciertas victorias o decepciones ante ciertos resultados, como las ocasiones en las que Alonso pudo haber conquistado su tercer título. También momentos de tristeza ante la pérdida de algunos de sus miembros, como los recientes fallecimientos de Niki Lauda o del director de carrera, el mítico Charlie Whiting. 

Siempre he tenido que escuchar a listillos o a sobrados que trataban de imponer groseramente su opinión de que la Fórmula 1 «no vale nada» y de que no llega al fútbol ni a salva sea la parte que mencionaban. Frente esos vulgares comentarios, esta es una modalidad que no tiene nada que ver con los deportes de balón, y que tira más al espectáculo que al deporte en sí, y que a veces pueden ser más emocionantes que ver a unos cuantos en un estadio detrás de un balón y que no llegan a marcar nunca un gol.

La situación actual de la temporada es una especie de intermedio para lo que supone el regreso de la Fórmula 1 tras agosto. Tomad nota. El 1 de septiembre. Porque el ganador de este año aún no está decidido y, visto lo visto hasta ahora, todo apunta a que se decidirá en la última carrera. Los márgenes de error ya tienen muy poca cabida, ya que cada curva, cada piano será decisivo para alzarse con la victoria. Por eso estas vacaciones hay que descansar para reponer unas fuerzas que serán vitales a partir de Bélgica.

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